Hablar de él es hablar un poco de mi misma.
Tenía algo muy especial; aun hoy no sé qué era.
Pero ese algo es lo que hace que no lo olvide,
Es lo que hace que todavía lo sienta conmigo….
Y lo que hace que después de su muerte…
Yo le siga amando.
“Al abuelo porque es presencia no
memoria”
Algunas personas comparan a un loco
con un desecho -waste- o simplemente con nada; sólo porque ese “loco” vale lo
que pesa una hoja caída de un árbol: nada. Pero del que te hablaré, lo comparo
con un ingenioso hidalgo llamado Don Quijote…aunque, a decir verdad, creo que
era más un Quijote que un hidalgo…pero bueno, ingenioso sí que lo era, como
nuestro gran personaje.
Muchos de ustedes piensen tal vez,
que soy muy osada al comparar a un hombre tan famoso, un hidalgo que vive desde
hace varios siglos, con un loco como éste. Sin embargo, inmediatamente
reflexionan: bueno… ¿acaso el Quijote no era también un loco? … Ahora yo te
pregunto: ¿realmente lo era?... A veces creo que todos llevamos dentro un
Quijote, y que de alguna u otra forma sale a relucir; y muchas veces sin que
nos demos cuenta.
Este ingenioso loco del que yo te
hablo, salía a librar sus batallas sin escudo ni armadura; no peleaba contra
molinos de viento y tampoco llevaba a su Sancho compañero…Ah y muchos menos se
dejó deslumbrar por los libros de caballería. No necesitaba leer escritos o
poemas- él los inventaba-. Su batalla era contra él mismo, contra su actuar, su
despertar, contra su enfermedad (si es que realmente tener la locura del
Quijote es una enfermedad)…Y cuando amanecía, sólo con observarle sabíamos
quién había despertado: o era el loco…o era el abuelo.
Cuando el abuelo era el loco, no
era extraño verle llegar con palos (sticks) de diferentes tamaños “porque
sirven para construir cualquier cosa”, o con ropa que no era la suya; o verle
acostado gritando incoherencias y obviamente, no era extraño tener miedo y
tampoco estar acostumbrado a él. Cuando el abuelo era el loco, no era extraño
verle salir con libros y tampoco verle llegar sin ellos. Cuando el abuelo era
el loco, no nos extrañaba verle salir con su guitarra de cantante de ranchera
(Mexican folk song) y llegar con monedas en sus bolsillos. No era extraño
tampoco que algún conocido dijera que lo había visto, caminando por las calles
o metiéndose en algún problema, o incluso, disparando con su voz en los buses y
afinado un arma –su guitarra- para luego llenar sus bolsillos del tesoro
obtenido…Cuando el abuelo era el loco, no me era extraño encontrarlo a la
salida del colegio queriendo vender “Bolis”(something like an ice cream) -el
nuevo negocio que había empezado. Cuando el abuelo era el loco…era mi abuelo
también.
El abuelo era el quijote de la
familia, cuando salía y se demoraba, a veces horas, incluso días, siempre
encontraba a su Dulcinea rezando por él. Nunca encontró un Sancho que lo
acompañara en sus batallas, pero la verdad fue que nunca lo buscó. Y en cuanto
a Rocinante, siempre lo tuvo y lo llevó consigo. Era él quien lo acompañaba a
librar sus batallas. Era Rocinante quien lo llevaba y lo traía. Era el
Rocinante de su imaginación.
A veces creo que el abuelo tenía
más de cuerdo que de loco; y que su locura era la de un sabio; porque aun en
medio de su locura no dejaba de enseñarnos, no dejaba de educarnos. No sé si es
más locura pensar que él era un loco.
El abuelo pasó su vida siendo más
bien un loco. No sé si tú tuviste a un abuelo loco como el mío; un loco abuelo
que “llevó sobre sus hombros el peso de una montaña*”; pero lo que sí puedo
decirte es que su sufrimiento lo llevó con valentía y coraje, y que esa montaña
nunca lo aplastó. Ese abuelo loco fue el orgullo de nuestra familia…
Y así, murió el abuelo, el loco de
la familia. Cuando el abuelo murió, murió como el Quijote: ya no era el
loco…era el abuelo.
I.Ropain
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