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miércoles, 24 de octubre de 2012

LA MÍA


       La mía no es como la de los demás. Si bien es cierto que la de los demás no la conozco en su mayoría, sé que la mía no es como la de los demás. La mía lleva doce años con el mismo look: misma ropa, mismos zapatos e incluso, el mismo peinado. Sin embargo, no es esto lo que la hace ser diferente. Tal vez extrañe a su dueño de toda la vida –mi abuelo- porque desde que él murió ya no se preocupa por ella misma; aunque, a decir verdad, así nos pasa, en cierta medida, a todos los que vivimos con ella. No le importa cómo se ve o cómo luce….Y a nosotros no es que no nos importe, es sólo que……..bueno, las razones me las reservo. Al fin y al cabo, lo que cuenta no es la apariencia, no es el cómo luce o el cómo se ve. Lo que realmente cuenta es lo que lleva por dentro……….Y lo que ella lleva por dentro, es su corazón. Un corazón tan grande, que todos cabemos allí. Y lo que es mejor, no tiene preferencias. A todos nos quiere por igual. No hace distinciones. Para ella, todos somos iguales.
       Cuando tengo alguna necesidad, ella siempre está ahí. Cuando hace frio o cuando llueve, incluso cuando hace sol, ella siempre está ahí. Nunca nos abandona. Es como una madre. Siempre nos protege de los malos tiempos………Y a pesar de todo el tiempo que ha pasado, ella se mantiene en pie………Ha sufrido mucho, claro. Ha sufrido nuestros sufrimientos y los de ella. Ha llorado nuestros muertos a pesar de no ceder una lágrima. Ha estado con nosotros en las buenas y en las malas. Ha recibido muchos golpes, pero ahí está ella, firme y que no se doblega ante la adversidad……Ha sido muy fuerte, y creo que esa fuerza nos ha dado fortaleza a todos en los momentos más difíciles. Ella ha sido nuestro refugio. Ella ha sido, de verdad, la única con la que siempre hemos contado…..Nunca hemos conocido de su parte un “no”……Y a pesar de ya estar vieja, su memoria se mantiene intacta y su amor por nosotros igual…..Es cierto que su cuerpo pareciera como si no fuese a resistir más; tiene muchas cicatrices que han dejado los extraños y nosotros, las tormentas y las tempestades, la lluvia y el sol. Pero aun así, yo sé que por nosotros, ella aún se mantiene con vida.
       No sé si a todos les pasa como a mí. Creo que todos ustedes también tienen una como la mía. Es sólo que no se han detenido a observarla. Sé que ustedes también han contado con una, tal vez no exactamente como la mía; mas sé que también los ha protegido de los malos tiempos. Pero lo que hace ser a la mía diferente de la de ustedes es la riqueza que ella tiene en su corazón. La riqueza de la mía no consiste en ese cambio de look que, por lo general, la de ustedes se hace, todos los años, especialmente en diciembre. La riqueza de la mía tampoco consiste en la tecnología que la de la mayoría de ustedes puede tener. La mía cambió un computador y el Internet, por libros. Libros viejos y nuevos. Libros para niños y adultos. Libros de todas las ciencias y todas las materias. Libros cortos y extensos. Ella prefiere que las investigaciones que hoy tú realizas por la red, nosotros la hagamos en el Internet que ella nos ofrece: los libros. En resumidas cuentas, puede que a tu parecer, la mía haya cambiado un “Ferrari” por un “Renault”. La mía cambió el Internet que tanto nos fascina, por un montón de libros que, tal vez, la mayoría de ustedes considera arcaico. La mía cambió un televisor como el tuyo, por carteleras con lecciones que algún día fueron aprendidas, y que hoy se encuentran adheridas a su piel para no olvidarlas. La mía cambió todos esos programas de televisión a los que tú les dedicas buena parte de tu vida, por imágenes con mensajes como: “tu hogar es el lugar más importante del mundo” o “Add a Little richness to your life without spending a fortune” o “Save. Share. Smile”. La mía cambió el ruidoso golpeteo de canciones y programas sin sentido, por el silencio abrumador de la tranquilidad. Un silencio que aparenta soledad, pero que no lo es tanto por su compañía. Un silencio que da la sensación de estar solos en el mundo. Un silencio que nos abraza y nos aparta del bullicio, y nos hace sentir libres. La mía cambió el agua helada, que tanto bien nos hace en esta ciudad tan caliente, por un agua aclimatada al ambiente; y que a pesar de estar al clima, también nos quita la sed y nos refresca. La mía cambió grandes cuadros de Picasso o de Botero, por un cuadro que, creo, es casi tan viejo como ella, y que lo que vale, es el recuerdo de la persona que lo llevó: mi abuelo. Cambió grandes adornos en porcelana, por pequeños adornos de frascos de perfume que dan vida a cualquier figura. La mía cambió esas figuras hermosas que puedes comprar en cualquier supermercado, por figuras hechas a mano cuyo material es precisamente eso que consideras basura. Sus figuras son de cartón, de palos, de hojas secas, de plastilina. La mía cambió grandes mesas  de vidrio y de madera, por dos escritorios y unas cuantas sillas en las que todos, de alguna u otra forma, logramos acomodarnos. La mía cambió esas sofisticadas puertas y ventanas, por unas humildes que nos dan la bienvenida todas las noches y nos invitan a entrar y descansar. La mía cambió a Madonna por Cortázar y a Shakira por Kafka. La mía cambió, tal vez, una vida de riqueza, de pronto como la tuya, por una vida de sufrimiento, enfermedades y locuras como las de mi abuelo. La mía cambió una vida sin preocupaciones, por una vida sinsabores. La mía cambió tu vida por la mía. Te cambió a ti, por mí y por los míos.
       Creo que después de haber leído todo esto, te estarás preguntando de quién estoy hablando. Pero antes de responderte, me gustaría decirte algo más. Tal vez pienses que soy un poco loca y que lo que digo no tiene sentido; más sin embargo, sí lo tiene para mí. Y eso es lo que cuenta. Me gustaría que supieras que la mía cuenta con una familia maravillosa, cuyas necesidades, de pronto son más o menos que las tuyas. Esa familia es el verdadero corazón de la mía. Si bien es cierto que la mía no cuenta, aunque parezca increíble, con un televisor, un computador, un equipo de sonido, un microondas o una nevera; cuenta con un material humano muy valioso que ve esas cosas materiales como simples necesidades que no impiden vivir la vida y disfrutarla aun en medio del sufrimiento y de la “rica” pobreza. Es cierto que a la mía le hace falta muchas cosas que la tuya sí tiene, pero eso a nosotros no nos disminuye, nos hace fuertes y nos hace humildes. De hecho, en buena parte, gracias a ello, somos las personas de hoy. La mía respira y vive por nosotros, y sé que también muere por nosotros. La mía es vieja, pero sé que difícilmente morirá. Puede que enferme y que aparente no tener fuerzas, pero también sé que es fuerte y que por nosotros se mantiene firme. La mía no es como la tuya. Así de simple. Ella es así. Ella siempre será la mía. Sí, la mía, de la que te hablo. Ella es la mía. La mía es ella. La mía…

lunes, 18 de junio de 2012

AL ABUELO


Hablar de él es hablar un poco de mi misma.
Tenía algo muy especial; aun hoy no sé qué era.
Pero ese algo es lo que hace que no lo olvide,
Es lo que hace que todavía lo sienta conmigo….
Y lo que hace que después de su muerte…
Yo le siga amando.

“Al abuelo porque es presencia no memoria”

Algunas personas comparan a un loco con un desecho -waste- o simplemente con nada; sólo porque ese “loco” vale lo que pesa una hoja caída de un árbol: nada. Pero del que te hablaré, lo comparo con un ingenioso hidalgo llamado Don Quijote…aunque, a decir verdad, creo que era más un Quijote que un hidalgo…pero bueno, ingenioso sí que lo era, como nuestro gran personaje.

Muchos de ustedes piensen tal vez, que soy muy osada al comparar a un hombre tan famoso, un hidalgo que vive desde hace varios siglos, con un loco como éste. Sin embargo, inmediatamente reflexionan: bueno… ¿acaso el Quijote no era también un loco? … Ahora yo te pregunto: ¿realmente lo era?... A veces creo que todos llevamos dentro un Quijote, y que de alguna u otra forma sale a relucir; y muchas veces sin que nos demos cuenta.

Este ingenioso loco del que yo te hablo, salía a librar sus batallas sin escudo ni armadura; no peleaba contra molinos de viento y tampoco llevaba a su Sancho compañero…Ah y muchos menos se dejó deslumbrar por los libros de caballería. No necesitaba leer escritos o poemas- él los inventaba-. Su batalla era contra él mismo, contra su actuar, su despertar, contra su enfermedad (si es que realmente tener la locura del Quijote es una enfermedad)…Y cuando amanecía, sólo con observarle sabíamos quién había despertado: o era el loco…o era el abuelo.

Cuando el abuelo era el loco, no era extraño verle llegar con palos (sticks) de diferentes tamaños “porque sirven para construir cualquier cosa”, o con ropa que no era la suya; o verle acostado gritando incoherencias y obviamente, no era extraño tener miedo y tampoco estar acostumbrado a él. Cuando el abuelo era el loco, no era extraño verle salir con libros y tampoco verle llegar sin ellos. Cuando el abuelo era el loco, no nos extrañaba verle salir con su guitarra de cantante de ranchera (Mexican folk song) y llegar con monedas en sus bolsillos. No era extraño tampoco que algún conocido dijera que lo había visto, caminando por las calles o metiéndose en algún problema, o incluso, disparando con su voz en los buses y afinado un arma –su guitarra- para luego llenar sus bolsillos del tesoro obtenido…Cuando el abuelo era el loco, no me era extraño encontrarlo a la salida del colegio queriendo vender “Bolis”(something like an ice cream) -el nuevo negocio que había empezado. Cuando el abuelo era el loco…era mi abuelo también.

El abuelo era el quijote de la familia, cuando salía y se demoraba, a veces horas, incluso días, siempre encontraba a su Dulcinea rezando por él. Nunca encontró un Sancho que lo acompañara en sus batallas, pero la verdad fue que nunca lo buscó. Y en cuanto a Rocinante, siempre lo tuvo y lo llevó consigo. Era él quien lo acompañaba a librar sus batallas. Era Rocinante quien lo llevaba y lo traía. Era el Rocinante de su imaginación.

A veces creo que el abuelo tenía más de cuerdo que de loco; y que su locura era la de un sabio; porque aun en medio de su locura no dejaba de enseñarnos, no dejaba de educarnos. No sé si es más locura pensar que él era un loco.
El abuelo pasó su vida siendo más bien un loco. No sé si tú tuviste a un abuelo loco como el mío; un loco abuelo que “llevó sobre sus hombros el peso de una montaña*”;  pero lo que sí puedo decirte es que su sufrimiento lo llevó con valentía y coraje, y que esa montaña nunca lo aplastó. Ese abuelo loco fue el orgullo de nuestra familia…
Y así, murió el abuelo, el loco de la familia. Cuando el abuelo murió, murió como el Quijote: ya no era el loco…era el abuelo.
I.Ropain